domingo, 22 de julio de 2012

Exótica flor

"Ayúdame a esperarte bajo los jacintos serios
destinatario de furias catador de crepúsculos".
                                         María Liliana Celorrio


Me acrecienta la avidez una orquídea húmeda.
Bella flor en la fronda subrepticia.
No es el tiempo de esta especie exótica,
ni hay que desdecir ningún adjetivo
cuando al mirarla sé que me desaliña el brío.

Hirsuto labelo dueño de estertores
luce sus sedas y me burla el tiento,
agranda el tallo que aprehende lumbre;
pero mi corazón más pensativo pulsa palabras
más ceñidas que un bolero de Portillo.

La noche es un dedo índice que descubre
sobresaltos y colores de íntima floresta,
al ritmo despiadado de la respiración
y vindicativa sangre de aposento,
que sin querer se bebe cada asueto
con gotas donadas por la luz.

El alma blande y ella enfrenta asidua
el rimmel de sus noches idóneas.
Así es la moratoria de la orquídea,
que hace esperar al efusivo tiempo,
mejor que simplemente germinar presta
de lluvias rutinarias sin augurio.






La Madre



A mi noble suegra(la abuela que crió a mi esposa) que no tuvo más oxígeno para seguir luchando...
                                                              Kokoschka
(Su parecido era asombroso al retrato de Victoire de Montesquiou de Kokoschka)

Cuesta deludir a ese silencio. Simular que un ramo de flores es pago merecido duele hasta en la flora. Conocíamos la debilidad sin cultivarla y cuando pasaban ajenas muertes cobrando sus dolores y la luna desgarrada nos hacía vibrar de optimismo tanteando los misterios, nos envalentonábamos con la resignación como asistente. Conocíamos de sobras las distancias, sus obras de yema y grasa, de humo cigarrillo perdiéndose en la imponencia del océano, y el goteo del tiempo fue perdiendo su premura.
El sol entre los mangos, el viento reiterado sobre el aguacate frágil y la lluvia deshojando en el portal, se quedaron inmóviles. La niña aún retoza en el jardín como una mínima raíz de su tierra seca y triste. Mi palabra aturdida sufre abatiéndose en su pecho de gris instante. El no viaje ha quedado vacío en su no vuelta, con cierta luz mitigada en mi verso tímido uniforme. Por eso como un insulto, una bofetada con el arco de un violín se ve esta lejanía cuando llega la muerte. Nunca se aclara en la sublime claridad de la verdad, ni en sus detalles simples, injusta roca en el camino, increíble masa infranqueable en el filo vivo de nuestro horizonte postal.
Hoy nos da alcance, con su rostro sano, su parsimonia acorazada sin más expectativas que unas flores insaciables en su entrañable y solícito jardín. Viene ahora tan escéptica y terca, tan decidida a morir, que el tiempo la escoge a ella para verdecer sus caminos de negro embaucador. Yo busco a tientas las cosas que perdí tras sus pasos circunspectos, los regalos que no hice, o los feligreses sabores que dejé en vilo, alimentando aquel desdichado cuento de vivir arañando la más olfativa de las memorias.
¡Oh, vida! me dice el Benny, y la muerte irrumpe enseguida en los cuerpos ostensibles de su raza; un poema grita desesperado, a que lo salven en zulo áspero de ciertas madrugadas sin consuelo, hasta que un río robusto acaba regresando, eligiendo la agonía de las venas. Su voz trémula está cortando los gajos empecinados en nublar el limonero, calmando falsamente la sed de las raíces, y el huracán en la puerta del candado, obstruye la extendida fluidez del vecindario afín.
¡Oh, vida...!, continúa la canción arrebatada de recuerdos ventanales, donde hay vida de gorriones, mariposas, cigarras, gatos y perros y las criaturas libres que rondan sus espacios; la gente buena que pisa esta tierra de barrios tan humildes en tonos de abundancia, y de pobres que le sobran las feraces certezas.
No puedo hacer más que asilarme esta pena, sus ratos fecundos de amado jardín; un sólo instante me vale, un mínimo oxígeno de plantas esculpidas para clamar este silencio como el ferviente humo en su café, porque ni siquiera ha dejado el minoritario rastro en un par de fotos, con el vidrio de sus ojos bien azules.



sábado, 21 de julio de 2012

Permanencia en tu ausencia



 "No hay perdón para los actos de odio. El puñal que se clava en nombre de la libertad, se clava en el pecho de la libertad"
                                            José Martí                                                                                                                            

De vuelta a ti, ciudad de las columnas, he sido un pobre caminante devenido turista con múltiples punzadas. Quise rimarte con mañana, pero el devenir me incapacita pesimista y no pude ni trovar al sol con una canción más que adherente. Leo al poeta cantor con mis ojos cerrados; la delicadeza de su voz casi no vuela hacia esta prueba de amor acibarado y no puede erguirse en cronológicas parcelas de llanto como el mío, allá abajo donde más llueve, en la palabra huesuda que prefiere la mudez inapetente a la guitarra como un árbol que significa siempre fruto, mueble, leña y lazos de sombras lacias.
De vuelta a ti, decadente capital escandalera, me he vuelto a fijar en tus acreedoras prisas relajadas casi póstumas, en tu apariencia hundida y esa impronta poética engrosada por tus barrios escépticos, heréticos y religiosos, ardientes y mortuorios. Tristeza enternecida y resistente, acumulada frente al mismo mar inerme del insilio, detenida en cada huella como un crimen, empobrecida estoica, amordazada y tímida, ahormada de anhelos, ante el capricho que se ha vuelto viejo y sabio, testigo y culpable de esta tierra sustitutiva de todo que ya no retiene nada.
De vuelta a ti, turbia madrastra trashumante, portuaria y peatonal, pretendida e inmutable, caótica y peculiar; tus días se hacen aguaceros fecundos que arrastran todo ganando en impurezas acontecidas, en raigambre aturdido de madeja seducción.
Te siento y me desprendo de esas tentaciones yertas, como artificios aislados perturbando sueños. Asisto a tu puesta corazonada para la pena desvelarme. Te asumo repleta de perfiles predispuestos, sumidos en carcajadas de besos y babas pegadas con papel moneda. Me busco en la memoria y se desangra tu crepúsculo, se corren tus rubíes restregando el brillo destrozado de esas aguas bien dotadas. Pero no hurgo en la ruindad de tus muestrarios, sólo te contemplo servido en tu sinóptica soltura que describe mi distancia ahora:
-¿Por qué lloras papa? -pregunta el pequeño en casa.
-No mi niño, las lágrimas desistieron. Las verdaderas que fluyen como el humo y te despiertan por asfixia.
-¿Entonces por qué estás así?
-Son como globos de emoción, es la más pura canción en estado líquido -le suelto rápido y resplandece su semblante crucial en mi hondura emocional.
Es por eso que traes, ciudad, ese aire ofidio de país, como aquel adiós escandaloso que aún repta con migas de mi amor en el ilusorio suelo de toda mi nostalgia, Habana.




viernes, 20 de julio de 2012

Breve historia personal







Me preguntaron si era sueco. Eso fue después de haber discurrido mis raíces por Noruega, Islandia, Rusia y Canadá. Luego vinieron otros orígenes que nunca se originaron tan estrictos. Jamás imaginé que mi rostro reflejara tanto mundo.
 ¿Por qué esa manía de arañar la corteza?. Soy de otra geografía crucial y conversable que esconde mi apretura, un exilio náutico y etéreo anudado en el Poniente. ¿Por qué la beta obscura de tal curiosidad?.
Me preguntaron si estaba bien como un asceta ajeno y desasido, o sobre los hábitos tranquilos y alejados del tumulto plúmbeo y coreográfico que me aturde el habla. Yo respondí con el frío de Estocolmo, con los pájaros que rompen el silencio para dejar su monólogo suntuoso que sólo aquí no gusta. Entonces me dijeron: “Parecías más pesado e inconmovible…”-como una pieza de un solo tronco embólico, (pensarían)- Parecía…pero ahora que les sugería algo, alguien predeterminado que subvierte, ya necesitaban encuadrarme en alguna geometría; y llegaron los contornos, las dádivas con gones y rosas de fogueo donde reconozco al contrario; y me vieron como un cargante ovillo de iceberg en un sustrato bastardo de algún egregio color tropical, ante sus péndulos retumbantes en turbiones de costumbre, credos oxidados y banderas de indicios posesivos.
Y lo soy, lo sé, porque adoro la trastienda de esta brisa, la rustiquez de mi mundo aparte, el arsenal de ilusiones de un erial ingenuo, el silencio sonámbulo de los inadvertidos arreboles que nunca tienen patria, en la mirada espaciada y fértil de un paisaje. Pero su mundo abusa de promíscuos cascabeles patológicos y ya no quiero ser el placable de equilibrio, en donde, sin embargo, la quietud es establecida por una estrechez alusiva en la mierda de los perros y las chirriantes terrazas goleadoras, velludas movedizas tragasoles que les consume tanto, carcomiendo las varas que apuntalan distancias con un caldo pobre de cultivo.



Jitanjáfora matinal





“Filiflama alabe cundre
 Ala olalúnea alífera
 Alveola jitanjáfora
 Liris salumba salífera…”

Jitanjáfora. Leyenda (Mariano Brull)




                         Arshile Gorky


No abrecientan  frequis plumabrosas
que poecientes musas me asejaran;
por eso ametiendan selacias jarrihondas
visitándome brosadias antifecias,
restivadas con transillos de vaciente
hoy que holpo a entrarridiar mi balsarronda,
hoy que no puede el muriundo identojeante
sacarme las oblimezclas de verdida.

A converjarme riconcelan,
en tácitas fermentivas aparecen 
con hombrelfites, con restunias,
con afercutria garganta opribermeja
a ilumsurdear mi prodirgullo tan latente;
pero disfrayarse no ocupará mi lumbiocamilento…
Payistumas tomacosos con víctimas proslobias
y con heces juliacatan, elestrejos estridentes
con hediolcurnios discurleces sus tropajas
cruciervas y luñosas bien chasqueadas
catarriando con claror las furiservas.

Perdóname ansida, la impronta seriedenta;
debo champear el fuerodio de alimanchas.
No te sabía de verdida con la risa remanseda;
nunca vi desbabiecarse así a tu cansavia,
sobre todo in oleato alfomeso sin padrilla;
he de balsarrear -lo sé-, por eso las mirrupias
el celentéreo tacto de terrarme
en tu celeada, en lúporas visiones onirgabas
nuestros fondos, o en las horas zureamisas
olientes solifloras y estos títeres nos sarpienan
y disiran y jaucanan en un trecho jarrihondo.

¡Oh ansida, nada nos graida
y nos percílea la milsupia!
Nunca drajes de mi plácido merlodo,
nos tallamos maridosas y esta venista
gonfalentada en esta balsarronda,
la bendita balsarronda que en mis manos
con fumbias coloridas se abalada
y con fieles plumabrosas se aberinta
del magxilio rento y del dogoto 
reforzando vestigenias, riferlodas amorosas;
una berrihonda ganarriando luzunajas,
el viacenjo posfade de nuestra magnansida.




miércoles, 18 de julio de 2012

Mar desvelado



 "...El agua que se llevará el cáliz del placer
y de amargas ausencias y de besos furtivos
que bajo nuestras sábanas se ocultan..."
                                        José A. Baragaño

                                 Marcela A. Pedrosa


Queda lejos:
Espacio hundido, zafiro de esplendor copulado,
golondrina de centella, utensilio del aire.
Mi nuevo mar se alborota, sin bozales
el cuerpo resistió felicidad inacabable
y su alimento primordial es la caricia perdida
en el cielo que baja de costumbre.
Me gusta este pequeñísimo balcón, donde mi voz
se vuelve pergamino y disfruto 
del oficio de lanzarme al horizonte.

La otra mirada se ahogó, más espesa
agónica tristeza y peso de luz 
de cargada suciedad llena de ron
un vaso, otro más... la copa de vino...
ahora que los ojos son el viaje sin compasión
y nadie ha venido a mi silencio.
El vaso justo a la mitad justa de mis versos,
mi solicitud la copa con amigos inocentes
de mi mar sobreabundante desvelado.




Alguacil de las rendijas



Temo perder la fama entre aquellos que llamarán a este tiempo el tiempo antiguo
                                                      Dante: Paraíso.

(Aquellos críticos ocultos y silenciosos que nunca dicen nada)

Nos observa el alguacil de las rendijas
dicen, que con tentáculos y belfos secos
de un sorbo colecta las historias y guarda tesoros, escudero de su gleba.
Nadie queda a salvo, muy alta la conciencia nunca escucha su crujido
bebiendo de monedas voraces, succionando tesoros de ciudades
y garras de poetas en un río crecido, indiferente ante su pistola de codicia.
La palizada se declara sombra, en ella los cantos en manadas
guardan perfiles y calendarios hacia adentro, gajos sueltos
que no transcurren en la realidad de otros sabores.
Todos cavan besos en la intimidad a leguas miles
servidos en pedazos de impoluta porcelana, vigilada por genes de su pólvora





Palau: "Un ciego no vive en la oscuridad"


(Lugar: Palau de la música catalana. Concierto de José Feliciano)

...Cantaré una canción
para el amor más olvidado
-el más dulce...-,
el que no estoy seguro de haber amado.
                                                            Dulce M. Loinaz



Se acercan ondas al enclave de mis ojos, a medida que me aparto de tal majestuosidad y mis hombros cuelgan su abrazo, en el tangible estallo de grandes emociones. Bajo mis andares, las voces prohibidas registraron la tintada rabia cruzando la acera; yo dibujo otro muñeco siempre en verde, por donde aojar mis ansias colindantes. Aún vibran lámparas del cielo, desde ecuestres columnas que el amor destaca, ante ruinas de mis ecos clandestinos imanados, cayendo por el trote de sus amos.
No hace falta mirar para sentir aquel reclamo de ilusión estropeada, de angustia clausurada; nuestros gestos eficaces reparten mis fieles más recientes, melódicas memorias que nos hacen niños...La música, las lágrimas son vitrales que embisten sin querer donde me planto y me urge acabar revuelto de mi corazón, que come nostalgias en el umbral de esta congoja, donde versos y canciones le han nacido para siempre.




Hacia los árboles eternos

(Fragmento de mi libro Sueño de un exilio renovado)


                                 Eddy Ochoa Guzmán

Había más que unas palabras detrás del horizonte y me movía con prisa, con la misma prisa que trituraba mis uñas. Los vestidos verdes en el campo, me hacían adorar aquella tarde de una sola imagen.
El rey pino orgulloso, destapaba su frasco delante de sus hermanos que jamás serían tan altos, ni tan viriles como él. Brindaba por nosotros, desprevenido por el viento colándose en las hendijas de su bata corta. El paisaje se desnudaba a propósito en la costa, respirando un azul continuo. Las casas se vengaban de las palmas, yo sabía por qué; era una simbiosis rural muy necesaria y luego la sombra era un refugio donde decretar silencio.
Los matorrales agrupaban sus voces estrangulando güines, que sobresalían en sus reverencias hacia el río anaranjado y el flamboyán se inclinaba mostrando su cabeza de azafrán. La ceiba estaba arrodillada al cabo de los siglos y los yerbazales saltaban la colina como niños juguetones. Ella no estaba y yo pensaba:¿ Será posible que el amor deje estas vibraciones...?
Me movía con un ruido que se iba sembrando en los terrenos que volaban hacia atrás. Caña santa, brava y buena la de azúcar, en sus tallos delgados, como mi aliento contenido en una frase tierna ensayada y cañaverales como lienzos repetidos, cual espejos repartidos, usando la tierra para separarse.
Las maniguas ponían trampas a las flores, apretaban sus puños, reclamaban belleza y la naturaleza traicionada por el marabú; al principio una hermosa flor, luego un infierno de espinas rodeando la tranquilidad de los poblados. La ubicua torre del ingenio todavía me acompañaba; cuando pensaba que la había perdido emergía despacio sobre el verde trémulo. Los postes de ébano eran como soldados alineados, a través de ellos había viajado mi palabra y la de aquella mujer que había subido al cielo de mis ansias. El camino enriquecía con mi soledad, los animales tiesos posaban como estatuas a pleno aire, sin chocar con la débil mecha que aún humeaba en la distancia.
Intenso verdor de monte virgen, olor a siembra y gratitud de los frutos, agua por caer, que dejarían borrosos aquellos zurcos rojos, inscritos para siempre en la memoria. Verde todo y la esperanza de una línea azul muy fina y frágil, enternecida, en el recuerdo de sus manos acercando las mías, presenciando las estrellas alejadas de la oscuridad. Todo verde, vacilando en la ilusión que se desbordaba a cada chillido ensordecedor y desafiante. A lo lejos había un paraíso de tormenta y pude ver entonces las verrugas que le nacen a la tierra, las espinas que se clavan desde el cielo, las heridas fluviales en su piel mansa.
Las imágenes se cruzaban al instante, estaba cerca, mangales gozosos y fornidos apartaban delicados aguacates y las guayabas coqueteaban con unos despeinados cocoteros anárquicos, sosteniendo sus pesados premios. La tarde había sido una vía, un horizonte que aguardaba intranquilo, era un mar quedado atrás, desencajado y triste por la ausencia. El amor estaba en movimiento, sin destruir aquellos paisajes, sin descomponer aquel silencio, que no había cedido al estruendo del férreo animal, que al parar no pudo contener el aliento, ni detener mi pluma que ya guardaba en mi fardel de poeta peregrino. A los lados, nada que no fuera fango rojo, campo abierto y una reunión de árboles añosos, pero allí estaba, sus cabellos declamaban más que el sol. Ya podía retirarme, le había visto sonreír recostada a unos pilares verdes, mi última timidez me había costado su respuesta y ahora mi boca tampoco se movía en una pregunta. Ella me mira largamente, dura más que el viaje y se acerca con una sola intención de permitirme mi mayor asombro; allí, detrás de aquellos árboles eternos.





Daguerrotipo para un gran poeta



(Sencillo homenaje a Martí)

                                         José Martí por C. Guzmán

Este mundo de hoy no me es tan conocido
como La Habana de su sangre llorada, su presente reverso;
ni tan familiares las casas rodando desde el Tibidabo.
Me justifico cantando viejos sones,
 pues, Las Habaneras subastan su velada,
a pesar del vínculo del mar y otros barcos mórbidos
que no escuchan los talones de aquella vieja catedral.
Un gesto mayestático nombra al del bigote-le felicito-
y transcurren sus diabluras refrescando sus ojos
profundos sin destino aparente.
En los trenes de la tarde escucho evocaciones tan exploradoras,
donde reside el devaneo que se atreve en casi todo...
y en los bares me despierta una academia de registros:
el vino, un ángel que desciende, coros angelicales de Montjuic...
y una alcoba en un descanso camarero imprescindible
ya franca poesía adorada en su mainel.
No se si pudiera un homenaje, ser también
una herramienta indescifrable.
Esta ciudad no ha podido con nosotros, no tiene importancia...
pero leerte de nuevo me hace algo distinto y escribo...
y me asemejo  a ras del suelo de la calle Paula,
mientras las ramblas dejen un rastro de flores en mi alma
y el poema se construya en mi Prat por añadidura,
lejos de nuestra patria.

Espiritual delirio de poeta




                                 Darío Morales

Lejano ando, pero mi amor no escondo
la fuente de mi pluma está encendida, grave y sonriente
aunque mis ojos...ahora mis ojos te buscan espesos y adheridos.
Mis ansias disimular no pueden, su destello ardiente impide camuflarlo
ya no hay fantasmas que salgan erizados al filo de su trote
ni en las noches más cerradas donde tengo siempre mis dos lunas plateadas.
Ahora leo un desnudo inclinado alevoso, también pienso tu boca anticipada
no es contagiosa esta pasión, ojalá orientara como un trino
la aurora a esas tantas soledades...
pero las caricias son semillas que prenden en la oscuridad
esparciendo calma natural.
Los besos trasladan mi sombra otrora de melancolía
ahora productos de este imán, que me llena de una luz austera
acunado en música de simún, frescura de tus rasgos
¡ah, mira esos claros...!
Para resbalar hacia el fondo más exacto que graba mis latidos
y correr con labios ramificados misteriosamente
en la embriaguez del penúltimo aire torturado.
Miro y miro cercado de belleza y el tono cambia de mi respiración
tu veta negra, arbusto raso en mi laurel, peinada geometría
lo confirma de racial blancura.
Nuestros gérmenes comprenden los nervios en todo su esplendor
y reluce mi signo...mío es, el silencio sin huir nunca
de esta hoguera disgregada en tus colinas redondeadas.
Recuerdo que tuve varias extensiones, las dudas hablaban lo callado
dialogaba poco uno menor, incontenible, con furia tan precipitada...
no podía vivir en torbellinos y pensé en el juego sin huellas
en las seducciones pensé...
pero las camas adorantes contemplaban las espaldas prometidas
y no tardaron las deidades, con armas de intenso sol moviendo noches.
Hasta ser este loco que supo amar toda esa región tocable en la memoria
un espacio que lleva el alma feérica  en una simple perla femenina.
Te observo flotar, espío esa piel fortalecida
las frutas arrimadas me deleitan, sólidas de gusto
bajo la nívea inmensidad, en que sin demora brota el rojo posesivo
el corazón de un broche lánguido y abierto, la maravilla de tus convulsiones
conozco como hiendes mis ganas sacudiendo los aromas más acurrucados.
El árbol orgulloso suelta su lirismo de carne todo iluminado y sin pereza
que tiente esta dureza mineral de un solo molde
espiritual vena hacia adentro disfrutando el rito armónico del mismo clavecín.