jueves, 12 de julio de 2012

Dulce ensaimada


                            Mallorca

 Allí es mar el horizonte
y soledad infinita en viento y agua que construyen,
casi manos en hincadas calas de erosión.
Creció esa isla sobre un peñasco, enorme bucle rocoso
donde el tiempo inscribe su lento cauce soleado en talaiots;
y se hizo enorme y reposó sus huesos
redondeando los filosos acantilados,
cosechando géyseres ocultos en arbotantes cavernarios
y turistas lejanos, que han jugado poseerla,
a robar su palabra tentando la raíz;
donde mis escamas se adaptan fácilmente
sin entender la inercia entre maineles de su costa,
que son faros luminosos de la algarabía.
Y aunque se tape con sombreros o se llene de abarcas
pisoteando sus rotes y vergeles de poetas,
y aún cuando se cubra las heridas
de su invadido lienzo asido a las olas desafiantes,
convaleciente del último verano que suspira,
yo la veo Isla de molinos y fauces,
de honderos sobre dolmenes soleados
y auríferas arenas en sus playas de alegres piratas,
bajo aquél cielo plateado sin nubes fecundadas
despejando sombras, resaltando con el sol más lento
la azulosa y firme tramontana.
La siento Isla en su corteza y fundida a tanta luz
royendo cada palmo, que es su modo de decir:
¡este es mi pecho, mi pellejo seco e impaciente!
donde su alma enhiesta se mezcla en las colas de hierba,
inmóvil, sedienta, cilíndrico almiar dorándose también
entre olivares y almendros boca arriba,
con toda su esperanza.
Y la siento isla más allá de las pérgolas del puerto,
más allá de la suma insoportable de cristales;
donde el horizonte es mar subiendo hasta mi altura,
yo que le traje amor infinito
y claramente se hizo a sus aguas;
Ahora cielo puro y párpados le vuelan,
lo devuelvo renovado flotando transparente,
entregado a ese viento musical de gótico baluarte;
Lástima de pagar sus golosinas
y acariciar la distancia más garabateada 
de su enorme rosetón, en romano promontorio
simulando la firma sagrada de la despedida,
un horizonte plano anubarrado que sangra
en el espacio despegado de mis horas tan felices;
donde aún brillan como peces los dormidos barcos
que le nombran también;
lejanos, apetitosos, inolvidables,
cual dulce ensaimada en nuestro adiós.






No hay comentarios:

Publicar un comentario