miércoles, 4 de julio de 2012

Para aprender a amar



Primero tuve que transitar
por el blanco de una hoja,
y acumularme en el vacío
para sustituir la fracción ingenua
de un acento acorralado
vibrando dentro y fuera del deseo.
Al principio era todo como un vaso
azotado por tormentas
¿cosas de la edad?
Luego los ojos
convertían la ambigua realidad
en civilizada permanencia,
pero uno sabe que ahí estaba
su mediocre oficio al desnudarse
y de allí la tempestad,
en fin, el agua cristalina
de mujer amada novedosa.
Después debíamos atravesar
en círculos algunos surcos
y aprender el sonido de la voz
de aquel ancestro,
encadenado a un mar
revuelto en lágrimas.
De prisa mudas tu viaje
arrebatado por el canto
con dientes de rodilla,
y pronto ya no escuchas nada
por desespero rozagante
en el fondo del alma.
Yo fundaba un aire inocente
en toda aquella urgente sed
y la hipócrita espera nos dividía,
se hacía eterna en voz 
sin tráfico hacia el paraíso;
entonces la aguja aceptaba
el marco idóneo mensajero
de hebras nerviosas por la senda
y claro apasionamiento.
Pero nadie me había dicho
que cuando la noche flirtea
en mi isla pesimista
la luz se pone gafas absolutas
y acude el sentido del hollín
al viril paso intrincado;
pierde brillo el relámpago
entreabierto estrecho
impaciente de mirada ciega.
Los grillos no se asustaban
asexuales y afónicos, intentaban
separar el discurso en mi balanza
doblando al tigre infatigable
que recio me apostaba.
Tanto silencio nocturno
y el dulce rugido dejaba sus carteles
en labios promocionales
encendiendo un eco confesado;
para luego terminar acostumbrándose
aquietado en las sombras,
agigantando los susurros
y el peso de las formas.
Siempre es mejor tropezar
con nuestro propio aire,
romper las mediaciones
y entrar, por último,
en las estancias sin electricidad
sin llaves de este mundo
sin harapos de soñar
sin nada qué exigir,
únicamente sabiendo
que la muda canción que escogimos,
nos acompañará siempre desnudos
como símbolo heredando esas recetas
que renuevan su sorpresa, para aprender
a amar en la triste metáfora
de tanta obscuridad.




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