sábado, 7 de julio de 2012

Cuando viene ese lamento



"Debe de andar triste por dentro el corazón
de quien ayuda a oprimir a los hombres"
                                      José Martí



La fornida muralla está plantada
en medio del apólogo sencillo
que arguye su inocencia deslumbrante.
Quedaría desprevenida la casta mirada,
donde un corazón robusto
se inscribe en arena
de mortero incorpóreo,
un rosal perpetuo comido por la mugre
más invisible de la incertidumbre.
Escollo es la tempestad
de un grito no liberado
que galopa, se barrunta de imprevistos
mientras dos bastones
aguardan felices hacia adentro,
arropados en sus ases.
Los súbitos insectos
suben espadas al rocío
e intentan la estocada por los árboles;
y nosotros sólo intuimos el invierno ensimismado,
que ya penetra como un toro en la vacilación.
Nuestra sombra abreva protocolos,
pero nuestras armas exánimes
no resisten obstáculos en venas;
nauseabundos subyacentes.
Los bichos prosperan sin parar,
su fuerza es de titanes
y viven sin extremos, enlazan las corolas
vigorosos e ignorantes
de sonidos obscuros,
saben que el dolor existe en nosotros
y no nos interrumpen.
Van cargados de provisiones,
en estricta alianza con su creador
y amenazados por suelas resentidas.
La melancolía no responde
y ya no hay respuestas,
por las espigas que se quiebran
cuando crecen las piedras
desenvasadas frente al hombre,
en los muros etéreos
de su aire pacífico.




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