miércoles, 11 de julio de 2012

La obscura gualdrapa




"...Murió la luna; el ángel de las nieblas
Su cadáver recoge en blanca gasa;
Y en su manto de rayos y tinieblas
El Dios del huracán envuelto pasa..."
           Juan Clemente Zenea (1832-1871)



                                         Dalí

Descubro que me ronda ella
grande en su palabra, misteriosa y de remota hiel,
la bestia sombra y su gualdrapa obscura.
Furtivos contrapesos los recuerdos son, y una crisis
en el resplandor ceniciento sumido en la inconsciencia.
Quiero entenderlo…
esta falange cínica, esa indiferencia por la vida
y aprieta engendrando el dolor desde el suburbio depravado.
Es preciso comprenderla y saber la combinación
para robarle un viaje de su escarnio
al encuentro no forzado, de mis ojos más cargados
que el papel mostrando sus empuñaduras.
Ingenua apreciación…me moriré como un libro sin abrir,
un infierno de esperar la dicha fuente justa.
Es la muerte un gesto celeste vestido de existir
y cuando sientes el aire de la vida, de su respiración,
viene su complejo y su demencia amortajada
y pregunta a los espejos que ya no son palabras
en la manía de reconocerme, mientras allí, en la viva imagen,
hay un signo del poema que aún no nace
y amaga en el modo de salir por un bajel desde una lágrima.
¿Por qué la muerte  sólo llora cuando la vida nace?
Y en ese peso que ha de contener al transitar,
cuando sonríe acallando miradas inocentes, confirma el palpitar
jugando a los testigos de su muestra.
La muerte agita transparencias, para que no se haga el cristal
usurpando los poderes en hebras de memoria
y apenas entra es simulador de afinidad,
irrumpe aburrida de instantes apagados y deja su señal
y troca el tiempo de sumar las horas…
¡Qué triste acontecer sentir la obscura gualdrapa!
Y es notar el soplido… y orla su lengua sombría,
ante el amigo sin tálamo, ni máscara  sonrosada
dando el último barniz a su compendio de alabastro.
El hondo sitio de vital aliento es ahora un plano muerto
y unas dignas pinceladas por un trecho que nunca conocí;
tampoco su voz- no es un decir- es explicar…
que las palomas sueltas en la bienvenida, un resumen quedan de su hacer.
La muerte no siempre son disparos y largas derivas rehusadas;
puede ser óxido reunido en el metal o la marchita flor sin limosna de humedad.
La muerte grasa del rocío, serpiente equivalente,
espía apetitosa, diluida en los esbozos y combates de la sangre.
¡Qué triste el temblor del pecho sin conocer la carne de su origen!
Bohemio aquél, no supo de fatigas en la nada
y sí la intrepidez de los mapas sin púdicas divisiones.
Sorprendido quedo del regalo suyo
y ya me abruma el óleo poético y táctil, sin presentir la metáfora
de su ruego dorado juntando nuestra lumbre
y libre engranaje de su venda voladora agreste, que ahora le detiene.
Por eso me adhiero a un frente de esperanza
y la amiga propicia, aún prepara claridades que plateen con notas de su amor,
y heme posado también en la suma de largo de un encuentro…
¡Cuánta oscuridad el tiempo por la espalda!
Y en la inercia veo solamente lodosos flecos del amanecer
o esta cruel baraja que juega con sus astros…
¡Muy triste, viejo amigo nunca conocido!
Y  encima, que lo recíproco no pueda consistir
en que me veas pintar halagado como un fauve.





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