"...Vivió, en el espacio de un pálpito, los momentos capitales de su vida....
...era un cuerpo de carne transcurrida"
Alejo Carpentier (El reino de este mundo)
Convalece delicado en el sendero intempestivo
y a veces es una guásima conservando el brillo que saluda,
otras, este reiterado platanero en los jardines públicos
zodiaco en vano del apunte al hecho.
Y no le resalta una siesta sin asedio
no le nace el paso en los sepulcros de su calma
cobrando oficio de instalarse en mis heridas.
Hay días que en lises navega desesperado
o la colina obscura le trasplanta el miedo,
pero fluye, es un arroyo de bronce dibujado
una pared sin corteza hasta el cuarto rumbo que se pierde en sí;
Y hay una dicha en el espacio que ayer no tenía locación,
no este sitio que conoce jaulas de una música
y ya restituido vuelo, sino en el beso del martillo
de esa fiera que me exige…
¿Se retiran ahora que el camino toma forma sin escudos?
Así no pueden los ovillos a tal punto interrogante
y solamente hace falta encender el anillo de los ojos,
una mínima visión de rodillas donde la fe sea figura
y comprender la intríngulis abierta con olores…
pero volvamos…vuelvo -es la costumbre que nada me separa-
haré un lazo de esa sombra cobijada y la usaré como mi rostro
eso es…un estilo de circular en mis ojos, joyante pez de mi alegría.
Creía hace mucho que yo era un fuego solitario
bajo las ancas de los árboles prendidos ignorantes;
pero siempre estaba allí, dispuesto y condecorado de la paz sonámbula
hasta que le oí tratar dolido, solemne y detallado en su rojo intocable.
Desde entonces olvidé los olvidos y me hice objeto manso
y he sido una pared, una llanura y elevación despierta en mi cuerpo recóndito,
aunque hace mucho que no arde el gran vacío
y aún le escucho y feliz quedo en su sonido
que es fruta sin azote de mi forma
intocable caballo que me asigna un sueño cada día.
Esa esperanza sin fatiga y embriaguez del límpido rocín,
loco e ingrávido hacia los gemidos
balanceándose en su pecho.
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