jueves, 12 de julio de 2012

Palabras para ser leídas en el futuro


(...cuando quizá pueda parecerme todo igual)

Hoy despertaré mi certeza para dentro de unos años. Sí, cuando sea futuro y me haya precedido esta soberana apreciación. Para entonces, el apuesto septiembre puede ser un inexpresable dolor en el costado, un poema desilusionado, irremediable y sin mensajes claros para mis dos tormentos de alegría.
Reconoceré la lámina transubstanciada, humillando al ibis agorero en muladares estampados por el borde del cono visual, ahora complacido en arrebato de esperanza y fiero en sus minutos de trazos deleitables.
Me limpia el corazón ingerir la pulpa invisible de cada litoral, mezclarme en la sentencia fina de horizonte lleno y ser la galería de un instante que no se repetirá, por más que complete el mismo ritmo del amanecer emocionado en tanta paz conmocionada… ¿Habré llegado a la osada lejanía de futuro tan cercana a Dios? Lo cierto es que no hay astros aún sobre este colador y cuando se vuelvan de espaldas las cien almas estropeadas, por la moda de encontrar un pedestal, los estuarios resecos rebotarán los vuelos arrabales, que hoy brillan con el sudor de los olivos que no sirven al aceite.
Reman pájaros blancos y con su hazaña de brillar dejan un trono vacío y la lluvia, deserta convencida de esta imagen esmerada en su retozo. Me convence el empuje que el viento muestra, colgándome el deseo de adquirir un día no lejano esos pasillos sobre el mar que tremola indefinido; por eso tan calados parecen estos ojos en la ancha caminata y me protejo de perder este momento de soñar lejano y parecido a este espacio único.
De pronto, la felicidad no lleva contraseña, basta con volver un poco a la realidad que no es este banquete, para ser reos de la cercanía, suplantando el ámbito de la interrogación, que impide que brotemos más allá de este privilegio.





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