jueves, 12 de julio de 2012

Digno elogio al comedor




 ¿Puede haber cosa más bella
Que de la arrugada cama
Saltar, y en la fresca grama
Del campo estampar la huella?

                          José Jacinto Milanés



                                        Pierre Bonard


El comedor de las nueve
es un reino separado, sueño mío
y peonía de ilusión que Dios anuncia en soplos tímidos.
Los aviones dejan un rastro salvaje en la atmósfera afeminada
y yo escucho aves espantarse en la vitrina;
en donde vibran las preguntas de opulento caudal
y el plano se diseca en migas de la mesa.
El comedor de las nueve es paraninfo que atiende
amarguras de mi acento, y vago de andar por casa
devora todas mis espaldas a ritmo de asilo madre.
Aquí estoy a salvo de una ciudad que no para su rueda moledora
y en el comedor de las nueve, tan inalcanzable,
germina con sol de nadie en danzas eternas y monumentos de piel.
Nadie me llama, pero el comercio no deja de graznar sin sentido
y las huellas de beber, lamen en paz el ala herida de la prora.
Mi libertad absoluta de metáfora enlazada
es hoy esta invendible soledad, en su producto devaluado
por las hórridas paredes adineradas
o las macizas pobres transparencias,
que exhalan mi ilusión al levantarme.



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