viernes, 26 de octubre de 2012

Debajo del bolsillo izquierdo





¿He dicho que este perfil no tiene tacto y su materia, huesos son de aire?
Nada somos ahí, adobados por cálices fantasmas,
sólo imágenes guardadas e hirsutos contornos
que en secreto, acatan las más despreciativas sombras
desorientando al ciego y nunca al sordo
que escucha vidriarse su emboscada náusea.
Ahí no somos nada, excluidos del roce venidero
por un júbilo dormido del descanso más horrendo.
Nada somos, bah, se requisa el movimiento,
y la luz más presuntuosa se hace un réquiem sobresalto.
Pero, después de andar deshilachando el espesor de la alegría
¿quién oculta su encaje cuando el ala de la muerte se atraviesa?
El éxito del ángel resignado al viaje ya no exuda su virtual nobleza,
efímero halcón, aristarco de echada realidad e intocable honor.
Como el ojo de la flor no extravió la certidumbre donde somos todo,
sabiéndonos ungidos del hato que nos prueba, debajo del bolsillo izquierdo.



sábado, 6 de octubre de 2012

Agradecido al resplandor




                                       Franz Marc


Este otoño hasta parece cálido
y de no ser porque muerde sus propias hojas,
diría que venció el miedo a su vecino
y se ha aliado a nuestra lucha.
Todos los días creo sorprenderme
al levantarme y verle, desde mi sueño roto,
parado en la primera estación.
He pensado cambiarme la ventana
y al contestarme el desnudo mensajero,
le he visto sonreír meciendo sus cabellos
que cantan junto al viento y escriben,
sobre la renuencia pedernal de cabezas verdes,
mi nuevo aire de soledad insospechada.

Un cielo más alto


                                                   George Grosz

Buscaré una avutarda que le de sus alas,
y subiré a olvidarme del meditado y tosco suelo
porque sé que sus manos estiban
la muestra del sincero, el que nombra
fabricando robles en su divinidad.
Me contento con romper la monotonía
de este cielo soñoliento y desamparado
y aspirar a un renacimiento inalienable,
para ocupar un punto cualquiera en su pupila.
No deja de gritar ese aparato,
geométrico y angustiado impone sobras
encrestado y poderoso, descomponiendo
el gasto luminoso de costumbre ciega.
Ya le veo relampaguear resentido
con mi ave de la suerte, la partícula de dios
y le toma el pulso a la carne absoluta,
perdiéndome en sus largos destellos
de portar inútiles dentaduras.
Ella y el vuelo, todo está en el mismo sitio,
o sea, que el sueño no es más que la llama
nutriente sembrada del amanecer.
Vuela otra vez, bebe de su asombro disgregado,
transcurre en la fotografía rezando claridad.
Me conformo con estrenarle  un nuevo deseo
con el próspero café sin fondo de la moratoria,
caído dentro, donde el imaginado aprendizaje
goza del único utensilio de aire oscuro
o la caricia que pace, untura del paisaje,
fluente de ahincada avutarda, con la impronta atajada
y un deshecho rebaño de arrinconadas alegrías.

viernes, 5 de octubre de 2012

Amistad dada al favor del agua pura





                              
                                 Rosa Casellas Salietti 


Pensé que era tal vez un logro del peldaño
devorado por ofensas de tropiezos,
el escandido efecto de una red transparente,
extraño vástago del tiempo, la amistad.
Un gran lomo nervioso le vi tener,
semejando hormigas obcecadas con el peso cierto.
Un grueso hilo de íntima satisfacción
que en los ojos destapa ropajes
y en plena cintura de un océano
accede al hueco de mi sueño en suciedad,
tratada con espesores mojados de su pluma
sobre la estupidez del trueno humoso.
Cerrando el árbol su color espejo
y en un desfile del silencio que abulta el hormiguero,
me adecuo la límpida pared del aire
de un agua urgente cuidadora.
Si alguien respondiera esta simple interrogante:
Que de pronunciar los vuelos, acaso
¿No sería prueba suficiente de merecer las alas
y posarse en la virtud del hollejo?
Como estoy cansado de esta fibra
mohosa de mi nombre, ya no respondo acogido
y prefiero ser un hecho de mi propia sombra
sin madera lucida en puerta, o el eco de una risa
rompiendo su escondite tan distante;
cuesta creer el secreto de mi esponja,
su fe en la lluvia, en la esculpida forma
que ostentan los goznes verídicos, total,
si nunca se abrirían como el fino vidrio
de esta copa imaginaria, que la rauda paloma
acerca en pico curvado por el viento.
Por eso le imagino un tono a la amistad,
el peso, la destreza de medir y una respiración
bajo las resentidas tablas de mis versos,
supliendo nuestras manos unidas
de aplacar el vacío carnal, que brama virtualmente
en ese racimo quemante de la indiferencia.




martes, 2 de octubre de 2012

Si supieras hijo mío...



 Aquel día dos, de tarde, mi callado corazón
un trueno de Octubre era
el huracán, rubricaba la ciudad enloquecida.
Aún huyo de flautas desafinadas en mis oídos,
clima embravecido.
No comprendo cómo pude llegar.
Quizá el grato haz de luz de contemplarte
se elevara compasivo en fúlgido acompañamiento
mientras una lluvia de opalinas borraba la existencia exterior.
¡Cuánta miseria en un cubículo!...
Pero colocaste indefinidamente este brillo en la mirada.
Si supieras, hijo mío,
no había agua y detrás de la ventana, anatema del diluvio
tuvimos que cargar con sábanas, cubo, hasta con un mísero bombillo
para ver el color de tus ojos.
Luego me escondía dentro del infecto palio del servicio
apresado esplín, por sentir el tañedor murmullo
de aquél zureo recién salido
de tu inocente gracia de venir a la oscuridad. 
“Duérmete mi niño…” susurraba la voz, antes de que me echaran
para que el tiempo aún no te expulsara  de mi amor
de paternales notas límpidas.
Y el cariño de madre sonreía escanciada de tu estreno, hijo…
¡qué jóvenes nos sentíamos!
De súbito extendiste la otra dimensión
“aquí estoy para crecer en otra parte”…-parecías decir...
al menos sentimos la terneza en la demanda de tu año
el 96 enjambre de salidas insultantes
un estilo de rostros consumidos, fragante tropel, ambiente denso
pseudomarineros resignados a leyendas
y esa ruta ancha desprendiendo su rigor negro
en la decadencia y estupor.
Tintas de horror se esparcían con orgullo patrio
y tú preferías llorar o dormir en mis brazos extendidos.
La médula sudante, el sillón viejo que caminaba solo,
pero la paz cobró sentido en nanas como brisa de acordes
más allá de tantas sumas restadas
brillando tan despiertas, en tus ojos de hoy
fundando el próximo camino.
Si supieras hijo mío…