jueves, 12 de julio de 2012

La colina de Montmartre


"La belleza y la vitalidad son regalos de la naturaleza,
para aquellos que viven sus leyes"
                           Leonardo da Vinci



                                 Van Gogh

Recibí por mis sentidos la reluciente muestra,
me detuve y la contemplé sin parpadear
como a un diamante que no brilla en exceso,
enigmático, pero eterno
y advertí el cierzo en la cercanía exacta;
Sentí aquella confusión omnipotente
en su pesada paleta,
hasta hacerse ruido de cantera
y jadeo dentro de las nubes de polvo,
bajo la perfección de un palio de último barniz.
Parecía recién pintado
y mis manos inocentes se guardaron afligidas
imaginando el momento álgido de aquella obra;
Y al alma solitaria tres años más allá de aquella creación,
en su afán de destrucción definitiva.
La contemplaba alimentado de su capa profunda,
y el pozo de ideas sin gastar y el viento
armonizaban sin clara dirección.
Vi entonces a los lúgubres molinos posados en la cima,
reviviendo volanderas litúrgicas
y a las casas sombrías despertar sus tejados,
al amparo de un universo único aludido por tal observación,
Más, pasaban muchos a mi lado sin suspirar
como ante una vidriera de la rambla,
y sin loores de tal cotidaneidad
iban derechos hacia el retrato conocido,
sin asomarse a la insigne colina que yo despedía
mucho más de un siglo atrás.





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