jueves, 12 de julio de 2012

Definiendo al conductor ausente




Asonante sentido tiene el bardo que conduce,
indiferencia en su mestizo reloj de horas puntas
con una canción de élitros plegados y sumisos
donde concurre todo el mundo sin apenas sospechar.
Incorpora a su cabeza atizada
sólo dos sentidos como luces fugaces
en la cebada carretera.
Lo ha probado todo y aunque la algazara
venga a repartir, sentada de otro modo
los consejos desde atrás y el costado,
el riesgo es un círculo de mando y unas ruedas absolutas.
La poesía lo es, un breve esbozo le tilda
y osado es el poeta que pone en marcha
su antiestrofas raudo en su retina:
un semáforo, un stop, una rotonda
le hacen buen tilo a la enramada, lo devuelven
a traducir su encierro, leve ausencia de su ámbar
que se aviene a los latidos.
Los alcores separan la grafía de senos empinados,
del susto que borra su ignoto fragmento
que brilla recién hecho…
una víctima guisa un drama salvándose presunto,
los pedales trocados, el vacío apoyo de la sobriedad
y la recia fibra de afincar las piernas
trae al ojo del halcón madero:
-Documentos por favor.
Desdobla los latidos un control que le despoja.
-Aquí están, oficial…. es un problema simple
 que tengo con las viceversas…
-¿Y ese libro?
-Nada importante…poesía…soy poeta, señor…
-¡Ah, las viceversas renuentes a la concentración!
lo entiendo y puede continuar si cambia esa canción, por favor.




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