lunes, 25 de junio de 2012

Peregrinaje



 
Miró con asombro mi paisano
al otro fin del mar.
Todo este tiempo y sólo pensó
mirarlo en una dirección
incrustada en su desvelo
y brotaba el resplandor del otro lado,
un soplo libre más serio y crepitante.
No sabía que en tal inmensidad de belleza
la muerte suplantaba tantas vidas.
Los barcos corrían poderosos
con sus patas amputadas,
navegar les era fácil
y atravesó las preguntas legítimas.
Fue un día que el mar cayó preso
en las redes forzosas del mal;
luego supo de los peces
y de razas inicuas del océano
y le salieron remos en los brazos,
aletas en sus piernas desmoralizadas.
Pero, el mar tuvo que cumplir
con sus fieles tormentas
y sentencias desmesuradas 
al costado de Selene.
Así que envejeció pensando:
“mejor un día de intención
que mil años de prisión…”
Yendo a su contingencia,
donde murió como un pez sin la manada,
con escamas del revés
y cartilaginoso aquél sostén
sanguinolento, a punto de llegar,
hendido por olas coaguladas de azul madre.
Sus cenizas culminaban más tarde
el asombro final del trayecto,
bajo las lágrimas lejanas
de otras aguas apacibles, que esperaban
en las trabas del vaivén.




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