Pablo Picasso
(Pensado mientras trabajaba de albañil)
Estaría así mismo un siglo
henchida mi alma, de esa imagen
que el techo parece darle forma
y cintura en movimiento.
Hoy he notado cuánto se ha movido
aunque, todavía me quede esta maza
que reprueba el blandearse en ella.
Y acusará con un cincel
la femenina piel que se entrega
transformada en mugre
por mi jornada, día a día,
dentro de mis ganas padecidas
o al bajar tantas neuróticas escalas.
Hoy mis llagas subvienen este sueño
y el puntal no puede contener
esta viudez, remota entre las vigas
haciendo nidos de alaridos ferrosos
en el cielo espeso de humo blanco.
Estaría un milenio absorbiendo
ese taimado Grosz, ingenuo y enredado
en las dunas opulentas;
pero la vieja generación de árboles
me animan, desde su esqueleto áurico
atravesando el río de tejados y terrazas,
con legumbres colgadas en los muros
más estrictos, para amputar el horizonte;
pues, sólo soy un hombre,
una sombra calma y nada puedo hacer
al faenar tan solitario, que no sea
terminar de contemplar el desnudo
de esa mancha abarcadora
pronto transmutada en borra cana
que ya nunca podré adiar
a través de mis párpados absortos.
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