Sucio, el perro
hace belleza
con el hocico
elevando la gracia
de bebedor prematuro
y libre de su entorno.
Bajo la cordura del ciprés
tiene un charco
que es la boca oculta
del acecho subterráneo;
ahí estoy antes de morir mi vida
y tengo en cuenta la hermosa
vista del mar, el crepúsculo
vista del mar, el crepúsculo
cumpliendo de testigo
pero…en fin…
me he movido un instante
y… ¡zas…!
Las rendijas conniventes para mí:
escoplo y recebo
trabajo basura
que traen veinte años
mientras había vida en otra parte…
aquí, sin ir más lejos
y allá la ausencia de materia
segregaba sólo sueños
sin un claro desenlace;
allá donde existiría
un hombre convertido
en la foto del padre,
con el prurito de proponerse
unos versos bien nutridos...
-digo, provenientes del tendón firme
de su tierra desmejorada.
La poesía asiente en él
- hablaría de mí pero es secreto-
como el sol que baja
la escalera del árbol
y espía al viento revolcado
en el hambre del animal
y siento esa fuerza
de llanto clandestino
cuando la memoria alcanza,
hasta una cola sensualizada
tan relacionada a la palabra
y ya no puede caber
una instantánea
de esfuerzo, sacrificio
y bronco latido
involuntario e incondicionado
según la herida.
Ahora concluye y la nada
le mide el paso
ya termina
y se juntan las palomas,
con reflejos pensativos
y el perro gasta sus ojos
se da cuenta del error
sin dueño,
en su ladrido perdido
por plazas y costaneras
o sus huellas resentidas.
Piensa la tremenda agudez
de sus orejas,
ante la cual el bullicio
no frena
su voluntad de estruendo
y justo al lado
se posa drástico
el amor
con sales sometidas,
a corroer la voz
para caer después
como cualquier olvidable hoja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario