lunes, 25 de junio de 2012

En el camino de las nuevas alegrías


 En la calle de mis sueños
un portal hay donde balancearse la luna
bebiéndonos  la mágica sortija de cristal;
y envueltos en un sinfín de rayos tránsfugas,
los trasnochados gorriones
cubren sus nidos con cabellos olvidados.
Siempre me remonto más adentro
y en una mano veo al corazón
que suelta un ancla en mi reposo.
Pero eso es todo el falso anular que se nos mueve;
la inmóvil madrugada extrae un sonido
impropio metálico del mar,
como de entraña hueca en el caracol
de nuestra infancia.
Entonces salgo a caminar
para rescatar mi cabeza menos transcurrida,
y se proyectan bajo mis pisadas
las más negras lágrimas
transcritas y ferrosas,
con turbios lunares
detrás de alguna canción custodiada.
Es la ferocidad de rojos úrsidos
vigilantes del aplauso;
desde su garganta un trovador me mira,
sus ojos apuntan la escalera
restaurada por el cuello inadvertido
y en sus patas desvencijadas,
se divisan mordidas servilistas
de los depredadores.
Pero subo, evitando la saliva contaminante;
al final es imprescindible
la semejanza del avance,
seguir coleccionando los víctimas peldaños
y confiado en la dureza
de sonámbulos talones.
En la calle de mis sueños
nunca inventamos los ríos del horror,
allí han estado siempre derrumbando las orillas
de las pocas alegrías cosechadas:
¿El tiempo de aquél entonces...?


No hay comentarios:

Publicar un comentario