lunes, 25 de junio de 2012

El mismo paraíso



No quiero aquí en el medio
atenerme a este resumen
que mi alma busca morigerar;
estaba obligado a alegrar este sabor
y si fuera escritor encontraría las palabras
más plenas que resultaran venerables.
Por eso no clamo una atención
siempre reluciente, aunque sienta que la casa
nada ha prosperado repetida en sus estantes,
en sus mismos verticales asomando fotos
que son copias, de lo que ha creado esta línea recta
agregando a su vez tantas risas deformadas
o esos objetos de escaso valor
en las subastas de la voz
y tantas sillas arraigadas
confirmando nuestra adoración sin vertederos.
Y me observa empequeñecida
en un voto claro de pobreza y alusiones
desde el prisma de su entrada blanda
hacia recia dirección, claustrofóbico conducto.
La parte dorada de aquél patio
viene con hilvanes del ayer y estos espacios
se sienten caducados provocando la irrupción
de esta memoria, que nunca rinde viaje en las bisagras.
Por eso contemplo a esta mesa justiciera
y esas cortinas atrevidas junto al gélido cristal
donde el vasto despertar es la penumbra
de un voto misterioso, que salta de la cama
como gato ágil relevante, repartido en relejes del frío
bajo algunos nombres nuevos:
almendros, manzanos, melocotoneros
decididos a capturar un trozo de distancia
en otra luz, primogénita ventana.
Pero vuelvo al hogar y mi orgullo disimula ensimismado
revistiendo las paredes que contienen tanto dogma;
entonces  la sombra es un lápiz grueso
extendiendo su cebada intención de otrora vestidura,
al pequeño formato insatisfecho en su triforia.
Estoy en el centro más prudente de mi duomo,
junto a los mismos muebles permisivos
levemente viejos, que no esconden su ansiedad.
Todos ellos pertenecen a la felicidad
aburridos de suerte, ordenados por tanto clamoreo
pero inconformes con su destino.
A esta hora deberían gozar con nuestros pesos
absortos y holgados en otra geografía, otra cocina,
otra manera de afrontar el fondo de ciudad
con mi advenimiento a un nuevo espacio
de merecida ubicación, sin embargo aparece ella
desbrozando las pupilas para acostumbrarme
y veo frustración en los rellenos mitigantes,
mientras las formas se acomodan
describiendo el hundimiento natural
y me conmueve la gracia desviciando tanto desapego
en los proyectos que no ven jamás la luz
tumbados sobre el suelo, repasando por enésima actitud
las coordenadas de un contagio futuro
y se unen al tumulto de unos sueños sin comer,
con sus ojos verdes intentando el porvenir
y límpido corazón, sin moverse de este umbral
con el mismo paraíso remendado
de sabernos tan felices sin tantas conjeturas.




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