Presencia ebúrnea, la imaginación
remota gracia voluntad, mis primeros ojos
ahora distantes, leves brillos que bailan en silencio.
La pared es mujer y me contempla
del techo un vuelo ligero, el desnudo
cae encima, ramas serenadas la música,
golpes de aguacero muy lejos de un jardín cumbres,
callado eje de la luna y arquitectos árboles
de mis pasos juego posesivo.
Abrevo en sombra rota, pulida
con agua pura dolorosa.
Recuerdo, sólo espero y recuerdo
el sentido, el acto puro;
he puesto mis ansias en su cuerpo,
contorsión interminable.
Sólo ahora mi fuego estupefacto:
constante, transparente en mi presencia
deseo rodeante cruel reemplaza
correspondiendo la misma imagen obsidiana.
Sus ansias me miran
imaginando el tamaño deformado
relativo a su forma redundante,
empecinada en ponerse mi sonrisa.
Esa mujer, virtud de mis desvelos
y pintura que ansía me propale al fondo
definitiva pared como un clavo profético
en su carne traspasando el hirsuto alumbramiento.
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