domingo, 24 de junio de 2012

Pequeño pronóstico




 Hoy te he descubierto
y sopla la luz de tus rincones
en aquellos que sin querer
nunca has estado.
Nada se descubre del todo
en velos como aceros de tul
sobre esta espesa gravedad
que nos toca compensar.
No aventajan las campanas 
del cemento en este barniz circulante,
este trino del invierno,
mientras no zafo la hermética soledad
y recorro su planeta sin mirar atrás,
sin dar un paso al retroceso, o al destino...
¡Oh, pobres hepáticos!
ancianos y débiles, sin este rojo caliente,
latido y sangre que anda velozmente
con el poder de nuestra proteína esencial
para encontrar al amor.
Un manojo de horas indolentes
siente cosas por llegar desprendidas del alma.
El día asciende con nota de río
y el futuro le mira con envidia, 
por llevarse la mierda de toda la ciudad
pesada e ingobernable,
que ahora es parte de la vida exacerbada. 
Y allí donde una pelusa dibuja acrobacias
sin saber el rumbo, la pasión nada feliz,
hasta que se entrega sin anzuelos
flotando cual nenúfar radiante
y el sol, el mar vibran en su pobre orbitar
dedicándose a mejorar la flota
en mi interior, que anda desnudo por fuera
como un pez que hurta mi lengua.
Nada importa ahora
que la eternidad se inflama de este goce
tan proclive a las gustosas relevancias;
-perdón, hablaba conmigo-
mi cabeza engulle y pare a la vez,
cuando se trata de ti deseo que esta dicha
contenga tu figura y no alimente ciertas cosas
u otros cuerpos a la deriva,
sólo el egoísmo de fundirnos
encima de la autopsia de esta ciudad
izada con exasperaciones y tormentos.     

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