sábado, 23 de junio de 2012

Mensaje interior para el 19 aniversario



Ella quiere que le extraiga
de este fiasco los toneles
y sus palabras son tesoros esta vez,
sosteniendo al mismo rostro
que comparte la terneza de mirarnos.
Está cambiado el tiempo
y atrás quedaron los apuntes del presente,
nuestros rayos de risas desbordados
y el tributo, a los latidos de la indagación
con clave sostenida, los acontecimientos.
O nuestras piernas sueltas, desnudas
desplazando el aire en vórtice de pasos;
nuestro modo de romper las olas
y flotar en un vaivén, desenterado y brusco.
Tal vez haya un final siempre
para un orgásmico baño de sentidos plenos,
por ser el invierno una acera de hojas muertas
y un faro cabizbajo allá en la playa;
una nube implacable que asusta
al horizonte y llora sobre el mar.
Va planeando la desolación
entrar muy lentamente, sin avisar
a la luz meditabunda de los múltiples sucesos.
Todo lo que queda de alegría
tiene un eco de vísceras plantadas
como el retiro ecuánime, de este compás que sufre
dentro del laberinto de mantas y sueños
impunes de segunda, sumisos en la almohada.
Estamos retenidos pero abiertos, transcurridos
y el ceño me avisa, el que vuelve a los adioses
sin conocer libertades en glosario de penas.
Y eso pasa hoy, cuando maduramos esta fe
que sufre a la deriva detrás de la rendija.
El verano acaparó demasiado,
tanto, que inscribe un vacío retador
para la poesía que anda en la diatriba
recogiendo lunas abrigadas.
Por eso siento mis lanzas chifladas
y mis esquirlas de aferrarme pertinaz
a esta demencia perpendicular, a este abrazo
que añade un año más, otro escándalo diario
de guardar esta distancia, porque…
me asisto de esta suerte de familia
que ondea a modo de capricho inconsciente
persiguiendo los resquicios, el regazo, el ritual
torcido en las ofrendas desplegadas,
para recrear las claridades reverentes
y dejarme arrastrar hasta el final.


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