domingo, 24 de junio de 2012

Bajo el vidrio de aquel marco



 
Negros fantasmas, los aleros sobrevuelan
y el sol es un coral en el marco divisor
una generosa lámpara
que atraviesa el sueño
y regresa puntualmente
a mí, a ella, a tanto asentimiento
en las pupilas de satén.
Pertenezco a ese invierno de animadversión
que abandona su pesada gota
ante el vuelo de unas horas
¿más humildes?
unas horas de vida, durante la cual
somos de plácido interior
enloquecidos de tanta claridad
y rescatados en páginas del reloj.
Ahí cargamos los nectarios
más allá del paisaje de escasa semejanza
resucitando las ventanas azules
y nos extraviamos de amarillo
sin péndulos agitados tras el vidrio
que empaña el primigenio color de las palabras.
A través de un manantial nocturnal
que soslaya la expresión iluminada
pregunta el silencio y se estruja
perdido entre las sábanas
gestionado su fuero, vehemente
sin fogatas nimbando sus senderos.
Las señales nerviosas de otrora
vuelven renovadas en afanes misteriosos
portando el honor de estar unidos a relieve
por la sublime antigüedad del mismo beso.

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