lunes, 13 de agosto de 2012

Viento Sur (sobre las señales)


                                          Jordi Alemany Sabater



(Un restaurante en el pueblo de Calellas y Viento Sur, el vino que encendió aún más la celebración)

Fue un misterio como llegó a mí. He creído en ellas, se me han aparecido en papeles en blanco, en rostros llovidos detrás de un delicado traspié, pero nunca me han inundado de placer cubriendo el apetito de asomada celebración.
Rebanábamos con gusto Calellas, cubríamos sus calles con un amor de cuatro sombras y a lo lejos sobre el paso, dos. Descubríamos un viento marítimo cómplice de labios y a la pareja que se tranquilizaba en la retina amorosa de un paseo nuevo, espacios hablados con el calor concluyendo los abrazos de palmerales. Hablábamos de la abuela, la madre de todos los nombres más cercanos, no soportamos aún la idea de no verla descender, hundida en la oscuridad donde la dejaron los nuestros y suya la triste herida de la tierra, de aquel Diciembre distraído y desolado. Flotábamos en lo desconocido, balandra de ilusión y lejanía de un salpicar lapislázuli, que se interponía destilando fantasías de otro mar distante, comentando hambre de ciclón, rugido de verano eterno y allí apareció esta señal, soplo divino a favor de la navegación...decía que nunca había sido tan ágil ante mí, sin embargo, esta accedía a nuestra mirada acompañada de estridores de la tarde y aquel ambiguo destello de morada nos asentó dejando sus olores de vigor, que hicieron germinar la curiosidad de estómagos aburridos. Los platos envolventes salvaron la austera saciedad de una tarde, agenciando la señal de étnico sabor donde nos dejamos caer convencidos de esta ofrenda, lujo de diversos paladares como vinosos mensajes, en botellas que divagan por el viento sur de tanta historia.

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